martes, 5 de abril de 2016

Problemas con el colegio. Parte I: El uniforme

Mis problemas con el colegio son varios. Lo interesante es que éstos han crecido con el pasar de los años y no al revés -como supongo que le pasa a cualquier persona- a medida que maduro mis reflexiones sobre varios temas que considero clave hoy día.

Cada vez que pienso en mi colegio le encuentro un defecto más a la educación que recibí allí. Normalmente mis reflexiones sobre esta etapa de mi vida tienen lugar en el silencio y eventualmente, con un buen vino y una buena compañía, hablo del colegio con humor. Pero la verdad es que nunca me había atrevido a escribir sobre este tema, ni siquiera en la intimidad, porque muy en el fondo todavía creo que la madre superiora vendrá a reprimirme fuertemente. Y esto da risa, pero también da miedo.

El miedo es un tema amplio. Pienso que tiene aristas profundas que si uno las estudia con detenimiento es probable que comience a encontrar explicaciones y soluciones a varios problemas actuales.

En mi colegio todo funcionaba porque las estudiantes sentíamos miedo o, por lo menos, eso querían hacernos sentir. Miedo a perder un examen, miedo a las religiosas, miedo a la rectora, miedo a las profesoras, miedo al sexo, miedo a los hombres, miedo al fracaso, miedo a expresarnos libremente, miedo a ser niñas diferentes, miedo a que nos dejara de querer una amiga, miedo a no ser aceptadas por nuestros padres, miedo a no conseguir novio, miedo a engordar, miedo a ser ignoradas por la sociedad, miedo a la libertad, miedo al poder, miedo a la independencia, miedo al cuerpo.

Esta semana me estuve preguntando por qué de mi colegio salieron solo dos tipos de mujeres: unas que exhiben su cuerpo y otras que, por el contrario, tratan de ocultarlo. Dos extremos igual de problemáticos.

No he conocido ninguna ex alumna, tanto de mi generación como de otras, que tenga una relación con su cuerpo sana y tranquila. Todas tenemos algún complejo, así sea mínimo. Todas queremos ocultar algo, aunque hay otras que sin duda quieren mostrarlo todo.

Mi teoría es la relación que tuvimos con el uniforme que en una palabra es: Desastrosa.

El uniforme de mi colegio es muy feo. Empecemos por ahí. Obviamente las directivas jamás estudiaron la teoría del color ya que para ellas era absolutamente innecesario. Simplemente decidieron que el rojo es un color "interesante" para llevarlo diario y nunca hicieron el ejercicio de preguntarse por qué éste se usa principalmente en señales de alerta o peligro, en escenarios de poder o en asociaciones sexuales. No sé entonces de dónde salió que el rojo era un color ideal para que durante 12 años de vida una niña lo lleve a diario. A veces pienso que podría ser por su "parentesco" con el rosado (otro lugar común problemático en la educación de las niñas), ya que si uno observa de lejos a una estudiante se confunde el rojo con el rosado.

Podríamos preguntarnos ahora qué efectos trae esto psicológicamente, pero seguro ya hay tesis doctorales al respecto y estamos de acuerdo que nada bueno.

El uniforme del colegio no tenía ninguna forma, parecía un costal. Literalmente. Esto era totalmente intencional. Nuestro uniforme era una barrera para conocer nuestro cuerpo y, más aún, para mostrarlo. Era un uniforme que atrapaba toda forma femenina y la ocultaba bruscamente. Yo lo veo como una prisión. Nadie se podía marcar la cintura, tampoco subirle el ruedo a la falda y menos abrirse un poco el peto (sección del pecho). No podíamos modificar el uniforme, ni siquiera por comodidad, porque eso significaba una reprimenda inmediata.

Yo recuerdo el uniforme de mi colegio como una túnica que desconocía de principio a fin el cuerpo femenino, no solo el de las mujeres con caderas, piernas o senos grandes; sino también el cuerpo de aquellas mujeres altas, otras más delgadas, etc. No importaba cuál fuera el cuerpo que habitaras, con el uniforme rojo eras igual a otra. Y esto no es cierto: Ninguna mujer es igual a otra por el simple hecho de tener una vagina. Esto lo supimos después con la moda, cuando nos dimos cuenta que lo que le queda lindo a Angelina Jolie no necesariamente nos queda lindo a todas, ¿verdad?

Esa relación con el uniforme, insisto, fue la que nos marcó a muchas mujeres, pues crecimos pensando de alguna manera que nuestro cuerpo tiene algo malo, algo que debemos ocultar. Recuerdo que las niñas más atrevidas mostraban su cuerpo luego de salir de clases a las 3:00 pm. Se subían la falda con alguna artimaña y finalmente se sentían libres de mostrar sus piernas 10cm más arriba de la rodilla. Pero eso es otra cosa terrible pues el mensaje, creo, es que solo podías gozar de tu cuerpo de manera secreta, sin que nadie con "autoridad" te viera. Otras niñas simplemente llegábamos a casa a deshacernos de ese talego lo más pronto posible.

Yo nunca me sentí bien. Siempre pensé que al ser bajita, flaquita y poco tetona era menos bonita. Además, con el uniforme nada parecía sobresalir en mí. No tenía gruesas o largas piernas, grandes senos... Era una niña muy... "normal". Hoy sigo pensando un poco eso pero he encontrado que mi estética es la que yo decidí tener con conciencia y seguridad, pues en algún momento que tuve la oportunidad de practicarme a mis 15 años una cirugía estética lo rechacé rotundamente. Pero de eso podremos hablar después. Aún así, quienes prefirieron la cirugía estética, algo legítimo, debo decir que el colegio tampoco fue el escenario para disfrutar de ella, pues las dos nuevas bolsas de silicona se tenían que acomodar sí o sí en ese costal.

Mi colegio fue un espacio de prohibiciones, especialmente en el sentido de expresión. Nadie debía llevar las uñas de un color distinto al blanco o al natural. Tampoco podíamos tinturarnos el pelo con colores fuertes, y a "colores fuertes" me refiero a lo que las monjas decidieran arbitrariamente qué lo era. No podíamos llevar aretes grandes o largos ni de colores diferentes a los del uniforme y no se permitía llevar pulseras. No podíamos tener chaquetas diferentes a las que proponía el colegio y, obviamente, estaba prohibido maquillarnos. En resumen: toda expresión de nuestra feminidad era censurada.

Muchos se impresionarán. Un espacio así hoy parece de película de terror. Bueno, de hecho yo creo que en ese momento lo era.

Lo más increíble es que esta semana este colegio del que hablo, donde las niñas no pueden ser demasiado niñas, donde no pueden expresarse libremente, donde no pueden conocer su cuerpo y disfrutarlo sin algún tabú, donde no pueden elegir colores en su vida, ha sido considerado uno de los mejores del país y yo me pregunto cuáles son los criterios para decidir eso, ¿exámenes? ¿Pruebas?

No soy una experta en educación, no quiero darme ese título. Solo quiero dejar esta pregunta que surge de mi experiencia: ¿De qué le sirve al mundo cientos de mujeres con excelentes resultados en pruebas estatales si el resto de su vida tendrán que librar una lucha con su propio cuerpo?




1 comentario:

  1. Qué cosa tan fuerte. De eso poco se habla, porque a fuerza de costumbre se ha hecho parte del paisaje ver las niñas con sus uniformes estilo costal (pasa en todas partes), nunca me había puesto a pensar en lo que hay detrás de eso.

    Saludos y abrazo.

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